Fui a caminar, pese a que el tiempo se notaba
inestable. Unas nubes negras, azuladas, contrastadas, con aspecto amenazador
cubrían el cielo, y el mar estaba planchado como un lago –cuando el lago está
planchado, claro.
Fui hasta Punta Carretas y a la vuelta –cerca
del memorial al holocausto del pueblo judío, se largó el temporal. Primero cayó
un poco de piedra y el viento fuerte no me dejaba caminar, y el agua golpeando en la cara
no me dejaba abrir los ojos, no podía ver nada. Toda la gente que había estado caminando por la Rambla corría, empapada. Yo
corrí también, hasta que vi el carro del tortafritero, y me refugié ahí,
protegiéndome del viento y el agua, ya que no llovía de forma vertical, el
viento hacía que la lluvia se desplazara de forma oblicua, casi horizontal. O
sea que una pared sin techo protegía lo suficiente para mi propósito, que era evitar
que se mojara mi cámara o mi teléfono,
yo ya estaba empapada como todos los que andaban por ahí. Por suerte no hacía
frío, y era agradable la sensación de estar mojada, la tarde había sido muy
muy muy calurosa.
Después me pasé otra tarde intentando
conectarme, abrir Photoshop, etcétera. Hablé con Pablo para pedirle que revise
mi compu. Me dijo que sí, y se la llevé. Estoy sin la compu, tengo que trabajar,
no puedo, estoy sin memoria. Nada de compu.
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