De mañana otra vez había rastros de diarrea y
de vómitos. Así que la llevamos, y quedó internada con suero en la veterinaria.
Quedamos en que Julio la iba a buscar después de las 6.
Yo a las cinco y media salí para Buenos
Aires. En el bus me encontré con Maggie y Roberto. Mi viaje hasta Colonia tuvo
altibajos. Mientras yo charlaba con Maggie, encantada de encontrarme con ella,
una señora me pidió permiso para pasar y me corrí; era mi vecina de asiento. Mi
mochila estaba sobre el asiento contra la ventanilla, que era el que me
correspondía; pero ella me reclamó el lugar. Le dije que no, que ese era el
mío, el 9, y como el de ella era el 10,
le tocaba junto al pasillo. No le gustó mucho, pero se sentó en su
asiento y yo volví al frente del bus a charlar con Maggie. Subió el conductor y
me tuve que ir a mi asiento, pero la señora había reclinado el respaldo, se
había arropado con una campera como si fuera una manta, y tenía los ojos
cerrados. Dije conpermiso y no se
movió. La observé; los párpados le temblaban como cuando alguien no está dormido, y me hizo gracia pensar
que se hacía la dormida. Tosí, dije hola
sin levantar el tono y me quedé parada a su lado; abrió los ojos y dijo ah frunciendo el ceño y la boca, hizo un
ademán de levantarse y dijo tengo el
cinturón puesto, me había dormido. Demoró en levantarse para que yo pasara;
le dije que podía sentarse junto a la ventanilla si estaba más cómoda y me dijo
que no con cara de estar haciendo terrible sacrificio. Después suspiró. Pasé a
mi asiento, y no le di más pelota. Agarré mi libro, los lentes y me puse a
leer. Enseguida me acordé que tenía una botella de agua fría en la mochila y me
estiré para alcanzarla, ella tosió-suspiró, molesta con mis movimientos. Agarré
la botella con una mano y con la otra giré la tapa para abrirla, y
evidentemente, con el movimiento el gas había juntado presión y al aflojar la
tapa y liberarla, saltó un chorro de agua que me salpicó, y también la mojó a
ella, por supuesto. Sacó un pañuelo y
empezó a secarse de forma ostensible sin dejar de suspirar. Tan ostensible, que no le dije disculpe. Después se dio vuelta, espalda para mí, y se
volvió a tapar con la campera, cubirendo con ella una parte de mi libro. Retiré
la campera de la zona que me correspondía. Ella dijo dos veces qué pasa, si recién me mojaste y no te dije
nada. Sí, le dije, y dijo algo así
como tenés que saber hasta donde llegar;
volví a decirle si con cada cosa que
me decía hasta que se calló. Leí un rato, y me dormí hasta llegar a Colonia, y
el cruce del río fue muy rápido, charlé todo el viaje con Maggie, chusmeamos,
nos pusimos al día y recorrimos el freeshop, nos preobamos cremas y perfumes,
con ganas de comprar todo. Quedé con un aroma terrible a mezcla de perfumes que
no me gustan. Al llegar a Puerto Madero nos separamos.
Gaby pasó a buscarme, justo cuando salí de la
oficina de Buquebús apareció ella en el auto. Pasamos a buscar a Grata por el
microcentro y seguimos, a cenar en lo de Grata. Charlamos hasta casi las 2 de
la mañana. Pasamos super bien, hacía tiempo que no teníamos una charla en paz,
las tres.
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