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“Toda pregnancia de uno mismo se gesta en el relacionamiento con el otro.”
J.L. Brea

La estructura del proyecto se basa en la idea de la autobiografía. Un archivo diario de eventos fugaces y efímeros, actos cotidianos, relaciones que se forman a partir de fotografías y textos. El individuo necesita el reconocimiento de su diferencia frente a la intención masificadora de la sociedad contemporánea, y es conciente de su existencia a partir de la relación con su entorno, con la comunidad de la que forma parte. La interioridad, la privacidad y la intimidad se exponen en el espacio de lo público.
El autorretrato se forma a partir de mi relación con el otro, partiendo de la base de que mi identidad se construye interactuando con ese otro y con la esfera de lo social. La obra, siempre en proceso, se convierte en un work in progress, en una obra abierta e inacabada, que se continuará creando con la acumulación de registros y comentarios de los distintos sujetos de las comunidades de Internet.

09 de agosto 2012, jueves. Cuarto Menguante.















Apariencias: los esclavos de la imagen.
Apuntes sobre la estética del preconcepto (por Saulo di Tarso) –que  deviene en el padre -o la madre- de todos los males.
Teresa Puppo, 2012.
La definición de la estética del preconcepto, según las palabras de Saulo di Tarso, la asocio de inmediato con el culto a la imagen, con el exhibicionismo, el falso-self, ,el egoísmo, la fragmentación social, el vacío –que ya es un abismo- de valores en la sociedad de consumo. Esas características de la sociedad contemporánea, con sus desigualdades abusivas, se propagan a través de los mal utilizados medios de comunicación, que conforman la herramienta más importante de adiestramiento de los individuos. Gracias a la tan glorificada globalización, el modelo se reconoce no solamente en países, se reconoce en individuos, y me da vértigo imaginar cuántos serían esos individuos. Si, vivimos en la Aldea Global...  
Los medios moldean la masa para vender su mercancía; la publicidad está pensada para vender el deseo, para embelesar, generar el yo tengo= yo soy ; y el razonamiento no existe cuando te bombardean y moldean tus deseos y tus necesidades (necesidades de amor, de aceptación, de integración, pervertidas y convertidas en el yo quiero), prácticamente desde la cuna, fabricando tus sueños; el aculturado quiere ser como el objeto de su deseo que lo seduce desde el monitor,  porque piensa que de esa forma, cuando lo tenga y lo fagocite, va a ser (como-si fuera ), se va a transformar y va a sentirse como su ídolo mediático de turno, dado que hay una terrible confusión y es más importante parecer que ser. Y la confusión arrastra consigo la certeza absurda y el convencimiento de que el simulacro, en una pretensión que linda con lo mágico, se tornará realidad. Como si ese parecer, de alguna forma, certificara el ser.
 Vivimos en la Aldea Global, pero ¿qué diríamos de América Latina, y del Tercer Mundo? Porque futilidad, banalidad,  superficialidad, trivialidad, vulgaridad -y podemos seguir colocando epítetos-  hay en todo el mundo, primero, segundo, tercero, cuarto, quinto, siempre que esté globalizado. Podríamos decir que sería universal si tuviéramos la certeza de que hay seres humanos globalizados en el resto del universo. Lo más lamentable es que además de dejar que aumente la  pobreza y la ignorancia en la que sigue hundiéndose el Tercer Mundo (según los títulos centristas,  o sea, Nuestro Mundo), compramos con alegría banalidad globalizada. Porque eso es lo que ha logrado la globalización –sin un pelo de inocencia. Y compramos tecnología,  compramos chucherías, renovamos nuestros programas, luchamos contra la piratería informática, pagamos sus derechos de autor, los precios de sus fármacos,  bailamos al son de su música, usamos sus marcas, copiamos su forma de vestir, miramos sus programas de TV y de cine basura, consumimos su información mediática, aceptamos sus guerras sucias. Y mucho, mucho más, y cosas mucho, mucho más feas, como todos sabemos, pero alcanza con unos ejemplos.
Y como las reglas las pone el Primer Mundo, seguimos sus reglas, ¡cómo no! y compramos el deseo, el espejito nuestro de cada día –sí, seguimos comprando espejitos, con la diferencia de que en vez de pagar con oro, o con plata, brillantes, uranio, petróleo, etc., que se lo llevan todo porque supieron provocar guerras y  promulgar leyes para convertirse en los dueños legales, y en vez de pagarles con su oro, conservamos y aumentamos deudas impagables que nos esclavizan.
Éticamente, no les debemos nada. Y si dejaran de imponernos condiciones, y si un día no compramos más objetos de deseo impuestos... ¿qué sucedería con nuestras políticas culturales? ¿No se animarían nuestros representantes a definirlas -según nuestros ya declarados derechos universales- y  a llevarlas a cabo? Y nos comemos la carne y el trigo y la soja, y la mandioca y las papas, y los tomates, y nos tomamos nuestra agua, y respiramos nuestro aire. No necesitamos nada del primer mundo. Es el primer mundo el que necesita de nosotros.
Para terminar, comparto un texto de un teórico español que admiro, lamentablemente fallecido:
“No más TV. No se trata de negar las cualidades del dispositivo como instrumento de comunicación, de interacción social, de democratización de la experiencia cultural: se trata más bien de cuestionar radicalmente los mecanismos que regulan su existencia real en un contexto de libre mercado (el que hay, ni más ni menos), toda vez que ni existe ni parece que vaya a darse ya más la posibilidad de que su existencia social efectiva vaya a contemplarse, salvo si acaso excepcionalmente (en zonas aisladas como los festivales, ok), en términos
de servicio público, como territorio genéricamente protegido por algún proyecto revisado de estado del bienestar, quiero decir. Basta por tanto de acariciar fantasías que nunca se dan, se han dado o se darán, y de amparar y legitimar bajo su paraguas realidades tan nefastas y denigradas como las que, día a día, sufrimos.
Se acabó. Pensar en una TV que realice o pueda realizar un servicio positivo a los objetivos de democratización del espacio social es ponerle una vela al aparato de control, poder y desarme ciudadano que más poderosa y terriblemente esquilma en nuestros días el tejido social y evapora en él toda posibilidad de
trabajar por un proyecto de democratización concreta, el dispositivo que más sangrantemente estrangula cualquier posibilidad de comunicación auténtica en el espacio público.
La pregunta de “qué acción es posible en la esfera pública” no tiene respuesta en el ámbito de la TV -como no sea: anti-TV, microTV, TV no guiada por la ley que “define” a la TV, la ley de la audiencia. Bajo su gobierno, bajo el gobierno de esa ley, la TV no crece ni puede crecer sino como instrumento de control y degradación de la experiencia, como dispositivo de aculturación brutal, como aparato productor de masa ciudadana inerte, negador de toda socialidad.
El primer canto, para cualquier mirada crítica que pretenda proyectarse sobre cualquier new media, ha de ser, por tanto, “no más tv”. O lo que es lo mismo: apostemos por una contra-tv, por una anti-tv, por una (no)TV que practique la diseminación proliferante de los microdispositivos de la interacción pública, de las pequeñas unidades de acción comunicativa. Segmentar, micronizar, cortar y dispersar siempre, allí donde la gran máquina capital globaliza, produce imperio, masa humana adormecida. Cualquier ilusión universalista en la producción del dominio público, de la Comunidad Ideal de Comunicación, de la Razón Pública, no viene sino a sacrificarle al populismo demagógico de la universalidad del acceso el propio ejercicio intensivo de la experiencia. Y no hay política –sino demagogia- allí donde se sacrifica lo intensivo a la cantidad. No, no más TV.”  
José Luis Brea, La era postmedia.


je. Me puse un poco seria. Me acordé que tengo que llamar a Mariela para que me dé una hora para ir a teñirme el pelo.

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