Salimos a dar una vuelta a la plaza, pero ya no había
rastros del temporal, o el temporal no había dejado muchos rastros.
La organización de la Bienal fue un despelote. Fui de
mañana a asegurarme de que todo estaba bien, que tenía el lugar y los
materiales técnicos que había pedido, y aparente mente todo estaba en orden. Cuando
volví de tarde, a dar el taller, habían cambiado el salón, los horarios, nadie
sabía nada. Finalmente, habían superpuesto el horario de dos talleres en el
mismo salón.
Cuando atravesamos el bosque para ir a Maldonado, vimos
muchas ramas caídas, algún que otro pino arrancado de raíz.
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